La aventura acabó tras cinco horas y media de travesía y soportar vientos de 60 kilómetros por hora, mojados y tiritando «Era como intentar cruzar un muro», asegura uno de los tripulantes
DIARIO INFORMACIóN - El equipo torrevejense que afrontó el fin de semana la aventura de remar desde Ibiza a Dénia se vio obligado a abortar su aventura cuando esta arriesgada travesía llevaba cinco horas y media. Se trataba de un reto con el fin de llamar la atención sobre este arraigado deporte, para lo cual, una yola de mar, con Moncho Ferrer de tripulante y cuatro remeros (Fran Llanos, Kiko Gobantes, Toni Carbonell y Javier Ferrer), partió de Ibiza este fin de semana a las 7 de la mañana.
El parte meteorológico era desfavorable, pero conforme avanzó la mañana el panorama se fue poniendo más adverso. Un viento del noroeste, con rachas de 60 kilómetros por hora azotaba el agua y rebajaba la sensación térmica enormemente, generando incesantes olas. Según Javier Ferrer, «lo peor no era atravesarlas, sino que nos empapaban a cada momento y el frío era casi imposible de contrarrestar. Además, eran muy frecuentes rachas de tres olas que llegaban hasta los 5 metros? Era como intentar cruzar un muro».
En ese punto, a 45 kilómetros de Dénia, la expedición decidió subir a un velero que les acompañaba como embarcación de apoyo en caso de emergencia. Ni siquiera esta operación fue fácil, debido a la altura de este barco. Y era tal el oleaje, que hasta encima del barco se percibía su violencia: «en el velero se pasaba peor, pues las olas incluso saltaban por encima», pese a que la pericia del patrón, Valentín Rojas, evitó males mayores. De hecho, aunque Dénia estaba más cerca, pues quedaban unos 60 kilómetros a Ibiza, se decidió continuar rumbo a la isla balear, pues era tal el calibre del temporal y la dirección del viento que se consensuó entre los presentes que la vuelta atrás era una auténtica «locura». Los remeros apuntaron en el cuaderno de bitácora «estuvimos tiritando casi desde el principio, pero desde el kilómetro 30 estábamos realmente congelados. Era imposible tanto cambiarse de ropa como entrar en calor, y para comer, encima de la yola, había que hacerlo de uno en uno, mientras los compañeros seguían para que la embarcación no dejara de remar, ya que había serio riesgo de volcar. De todas formas, como se gastaban las calorías ingeridas para intentar rebajar el frío en lugar de para invertirlas en el ejercicio, la velocidad de las paladas disminuía sin solución»,
Los integrantes del reto se proponen volver a intentarlo más adelante. Ahora queda buscar huecoen el calendario, pues el Club de Remo Cofradía de Pescadores suele disputar cada fin de semana pruebas oficiales.
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