8.12.13

10 años sin el Chava

10 años sin el Chava

  • Un paro cardíaco le arrebató una vida llena de altibajos donde siempre brillaron sus enormes gestas que siguen en la memoria de todos los aficionados

10 años sin el Chava

Este viernes se cumple el décimo aniversario de la muerte de José María Jiménez, más conocido como 'El Chava'. Un ciclista espléndido que fue siempre sinónimo de espectáculo sobre el asfalto y que dejó huérfanos a miles de aficionados que vibraron con sus gestas y su particular visión de este deporte.
Su vida fue una constante etapa de montaña con altibajos propios de todo genio. La pasión del Chava por la bicicleta comenzó en El Barraco (Ávila) a la edad de 11 años cuando ingresó en la Escuela Ángel Arroyo, creada en 1982 por Víctor Sastre, padre del campeón del Tour Carlos Sastre (que años más tarde se convertiría en su cuñado). Ya en aquellas categorías empezaba a destacar por su enorme potencia y ganando casi todas las carreras de la provincia.
De aquella hornada de ciclistas también salieron otros ilustres como Pablo Lastras o Paco Mancebo. Pero el que más despuntó fue el Chava, cuyas exhibiciones no pasaron desapercibidas y pronto formó parte del equipo de aficionados del Banesto. Fue allí donde se formó como ciclista hasta ganar el Circuito Montañésde 1992, año en que daría el salto al mundo profesional.
Y desde el principio se dejó ver en el pelotón por su sensacional descaro en las etapas de montaña donde desplegaba su valentía para atacar sin tener un físico propio de los escaladores de la época. Su corpulenta figura hacía difícil pensar que pudiera tener semejantes cualidades para lanzar semejantes latigazos cuando la carretera picaba para arriba, pero el Chava siempre demostró ir contra los elementos.
Para el recuerdo siempre quedará su triunfo en el inédito Angliru, cuando superó a Tonkov apareciendo de la nada bajo una espesa niebla
El año de su explosión llegó en 1997, temporada donde se hizo con el triunfo en la prueba en ruta del Campeonato de España, superando a César Solaun en el sprint final, y donde ganó su primera etapa de la Vuelta a España, carrera que siempre fue fetiche para él. Fue en Los Ángeles de San Rafael, escenario donde empezaría a construirse el mito de este corredor que empezaba a erigirse como el nuevo ídolo de la afición española una vez terminada la etapa de Indurain.
Al año siguiente, en 1998, se produciría su consagración, siendo el gran protagonista de la ronda española, donde conquistó cuatro triunfos de etapa terminando en tercera posición de la general final habiendo sido líder durante tres jornadas. Sus ataques hacían las delicias de todos los espectadores, que también presenciaron durante su carrera constantes altibajos. Porque el Chava era genio y figura. Capaz de destrozar a todos en la montaña y después apagarse en otras etapas donde perdía una minutada. Esta irregularidad, una constante durante su vida, fue la que le privó de haber luchado por subir a lo más alto de una grande.
En 1999 ganaría por tercer año consecutivo la clasificación de la montaña de la Vuelta (que volvería a ganar en 2001), pero aquella edición se recuerda, sin duda, por su descomunal triunfo en el hasta entonces inédito Angliru. En aquel desconocido y descolosal puerto nos regaló unas imágenes para el recuerdo cuando, en mitad de la espesa niebla y bajo una intesa lluvia, apareció de la nada para superar en los últimos metros a Tonkov, que ya cantaba victoria.
Así era el Chava, espectacular en sus gestas y en sus debacles. Subió a lo más alto y descendió sin frenos hasta su final. Una depresión le apartó para siempre de la bicicleta en 2002 entrando en una espiral de excesos que terminaron con su vida al año siguiente, cuando fallecía en Madrid víctima de una parada cardíaca. Terminaba así la vida de una estrella tan fugaz como brillante.

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