Un ganadero con espítiru olímpico
«Hace más de veinte años que no me subo a una embarcación. Cuando lo haga será para enseñar todo lo que sé a mis hijos», dice
Remero en los Juegos de Barcelona, ahora dirige una ganadería familiar en Castropol
A día de hoy su vida laboral se centra en los animales, aunque hace más de dos décadas la prioridad de Bruno López (Barres, Castropol, 1971) era el remo. Este asturiano triunfó muy joven en este deporte, con veinte años. Aunque su retirada también llegó antes de lo esperado.
Su día a día ahora es muy diferente al que vivió en la adolescencia. Tiene a su cargo la ganadería que en su día levantaron sus padres, vive en Castropol con su familia y tiene tres hijos. Además, Bruno dedica gran parte de su tiempo a la cetrería, la caza con rapaces. «Siempre me apasionó hacer deporte. Cuando abandoné el remo, me pasaba horas en la bici, gimnasio o corriendo, ya que tenía que compensar de alguna manera las siete horas de entrenamiento diarias en el remo», recuerda. En aquella época, cuando competía, las concentraciones marcaban su rutina.
«Cada mes dormíamos en un hotel diferente. Las sesiones eran muy duran y aquello se hacía muy largo. Un día de descanso eran como quince días de vacaciones», explica este asturiano, que se subió a una embarcación por primera vez con 14 años.
Fue un amigo el que animó a Bruno a probar este deporte y así fue como entró a formar parte del Club de Mar de Castropol. Los entrenadores de López observaron pronto su potencial. Los logros llegaron en poco tiempo. «La verdad que me motivé mucho al principio. En casi todas las competiciones, tanto nacionales como regionales, hacía podio», destaca. Los estudios, eso sí, nunca fueron su fuerte. «El remo fue la excusa perfecta, para dejar de estudiar, aunque ahora echo la vista atrás y considero que no fue del todo lo correcto», asegura.
A los diecisiete años fue convocado por el equipo nacional para formar parte de la delegación que representó a España en los Juegos de Barcelona, en 1992.
La embarcación estaba formada por cuatro integrantes: José Manuel Bermúdez, Melquiades Verduras y el también asturiano José Antonio Rodríguez. «La juventud y la poca experiencia eran nuestros puntos débiles. Aunque a ganas e ilusión no nos ganaba nadie», reconoce. Bruno salió muy satisfecho de la experiencia olímpica ya que a pesar de quedar en la décima posición, destaca que aprendió y disfrutó mucho de su estancia en Barcelona.
Aunque, matiza, «creo que lo hubiera aprovechado más si hubiera sido algo mayor. En estos casos la experiencia es un grado y yo carecía de ella». Una de las cosas que más destaca de los Juegos fue la convivencia con deportistas como los jugadores de la NBA o atletas con gran reconocimiento a nivel mundial. «Fue un recuerdo increíble», afirma.
Tras su paso por Barcelona, Bruno siguió con su rutina de trabajo. Las concentraciones en Sevilla o en la ciudad condal, las duras sesiones de entrenamiento y, lo más importante, las competiciones y las pruebas clasificatorias para volver a representar a España en Atlanta, en los Juegos de 1996.
Aunque, en esta ocasión, no todo salió tan a pedir de boca como en Barcelona. Los problemas con la Federación comenzaron a aparecer y la motivación de Bruno por el remo se fue diluyendo poco a poco. «Las cosas cambiaron y la verdad que no me gustaron muchas de las cosas que se hicieron. Por ello, en una concentración con el resto de compañeros en Orense decidí abandonar y dejar el remo», explica.
Era 1995, Bruno tenía 25 años y llevaba ocho formando parte del equipo nacional. Se 'borró' del proyecto a sólo un año de que se disputaran los Juegos de Atlanta. «Fueron muchas las alegrías que tuve practicando este deporte, aunque la etapa final vale más no recordarla», puntualiza.
Tras dejar el remo, Bruno se fue a Madrid en busca de una nueva vida. Allí estuvo trabajando cuatro años para después volver junto a su familia a la tierra que le vio nacer y sumarse al negocio familiar, en su ganadería de Castropol.
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