Quienes me conocen saben que mi respuesta es un SÍ rotundo. Pero quiero aprovechar el blog para profundizar en este tema que preocupa a padres, profesores, entrenadores y sobre todo a deportistas.
Para demostrar a los jóvenes que sí es posible compaginar el deporte con los estudios, lo mejor es poner como ejemplo a deportistas que han conseguido un sobresaliente en ambas facetas. Me gustaría destacar a Juan Antonio Corbalán, médico cardiólogo y exjugador de baloncesto, medalla de plata en los JJ.OO. de Los Ángeles’84. Él fue el ejemplo para muchos deportistas-estudiantes de mi generación, que veíamos en él a un gran exjugador que había sabido convertirse en un gran profesional dentro de su ámbito. Del mismo modo, podemos mencionar a Carlota Castrejana, licenciada en derecho y presente en cuatro JJ.OO., primero en baloncesto y luego en atletismo; a Cecilia Blanco, dos veces olímpica en judo y licenciada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte; y a otros muchos.
Un caso que conozco de cerca es el de Nicolás García (medalla de plata en taekwondo en los Juegos Olímpicos de Londres 2012), a quien he visto entrenar cada día durante 8 años en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Nico es estudiante de 4º de Arquitectura, su hermano gemelo, Hugo, ha terminado Ingeniería Aeronáutica y Eric, su hermano mayor, obtuvo el premio Arquímedes en su Licenciatura en Ciencias Físicas. Los tres han sacado adelante sus estudios universitarios entrenando a diario (de 8:00 a 9:30 y de 18:30 a 20:30) y compitiendo a nivel nacional e internacional.
Un caso que conozco de cerca es el de Nicolás García (medalla de plata en taekwondo en los Juegos Olímpicos de Londres 2012), a quien he visto entrenar cada día durante 8 años en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Nico es estudiante de 4º de Arquitectura, su hermano gemelo, Hugo, ha terminado Ingeniería Aeronáutica y Eric, su hermano mayor, obtuvo el premio Arquímedes en su Licenciatura en Ciencias Físicas. Los tres han sacado adelante sus estudios universitarios entrenando a diario (de 8:00 a 9:30 y de 18:30 a 20:30) y compitiendo a nivel nacional e internacional.
Evidentemente, compatibilizar ambas cosas no es fácil, requiere esfuerzo, constancia, disciplina y una buena gestión del tiempo. Cada deportista debe adaptar su carrera académica a las exigencias de su deporte. No será igual la vida de un nadador que debe entrenar más de 5 horas diarias, que la de un tenista que pasa media vida viajando, o la de un futbolista que tiene que soportar diariamente la presión de los medios de comunicación. Cada persona deberá organizar su tiempo para no sacrificar su formación. En muchos casos, es necesario que el ritmo no sea “a curso por año” sino adaptarlo a las posibilidades reales. También se puede adecuar el tipo de educación (presencial o a distancia), contar con tutores que conozcan la problemática, etc. En este sentido, las universidades y las instituciones todavía deben seguir trabajando para hacer posible la adaptación de los estudios a la exigente vida del deportista de alto nivel.
Además de creer que es posible compaginar los estudios con el deporte, considero que son dos buenos aliados:
Así, el deporte es bueno para los estudios. Diversos estudios han demostrado que la actividad física mejora el funcionamiento cognitivo (Ardoy et al., 2013) y las neurociencias están explicando los mecanismos por los que se produce esta mejora (Wrann et al., 2013). De hecho, se ha comprobado que los mejores expedientes los consiguen niños y adolescentes que hacen habitualmente actividad física (Singh et al., 2012). Debemos tener presente que lo importante no es estar todo el día estudiando, sino que el cerebro esté en condiciones óptimas para aprender durante el tiempo dedicado al estudio, y para esto, el ejercicio físico es fundamental. Además, muchas de las capacidades que se entrenan en el deporte pueden sernos útiles para afrontar la presión de los exámenes, para ser constantes y organizados en el estudio diario, y para mejorar nuestras relaciones sociales con compañeros y profesores.
Por otro lado, los estudios son buenos para el deporte. Opino que un deportista siempre debería tener otra actividad complementaria en su vida, algo que le motive y le ilusione además del deporte. Esta actividad puede ser un “plan B” si no cumple con sus exigentes objetivos deportivos. Así, el hecho de tener un plan alternativo, disminuye la ansiedad con la que esa persona afronta el entrenamiento y la competición. Por ejemplo, ante un mal resultado o una lesión, un deportista podría llegar a sentir que se acaba el mundo y que su vida deja de tener sentido. Sin embargo, si se siente apoyado por su entorno familiar y si tiene otra actividad complementaria, es muy probable que la ansiedad ante ese resultado disminuya. Esto le ayudará a rendir a su máximo potencial tanto en el entrenamiento como en la competición.
A partir de lo anterior se pueden sacar conclusiones desde el punto de vista de:
• Los padres, que deben saber que el “castigar sin deporte” por unos malos resultados académicos es una nefasta decisión.
• Las instituciones, que tienen una razón más para fomentar la Educación Física y la práctica deportiva.
• Los profesores y entrenadores, que deberían facilitar esa compatibilidad para no obligar a elegir entre deporte y estudios.
• Los deportistas, que deben aprender a compaginar estudios y deporte para disfrutar del presente y sembrar para el futuro, sin que el tiempo dedicado al deporte sirva de excusa para no luchar por una buena la formación académica y viceversa.
Además de creer que es posible compaginar los estudios con el deporte, considero que son dos buenos aliados:
Así, el deporte es bueno para los estudios. Diversos estudios han demostrado que la actividad física mejora el funcionamiento cognitivo (Ardoy et al., 2013) y las neurociencias están explicando los mecanismos por los que se produce esta mejora (Wrann et al., 2013). De hecho, se ha comprobado que los mejores expedientes los consiguen niños y adolescentes que hacen habitualmente actividad física (Singh et al., 2012). Debemos tener presente que lo importante no es estar todo el día estudiando, sino que el cerebro esté en condiciones óptimas para aprender durante el tiempo dedicado al estudio, y para esto, el ejercicio físico es fundamental. Además, muchas de las capacidades que se entrenan en el deporte pueden sernos útiles para afrontar la presión de los exámenes, para ser constantes y organizados en el estudio diario, y para mejorar nuestras relaciones sociales con compañeros y profesores.
Por otro lado, los estudios son buenos para el deporte. Opino que un deportista siempre debería tener otra actividad complementaria en su vida, algo que le motive y le ilusione además del deporte. Esta actividad puede ser un “plan B” si no cumple con sus exigentes objetivos deportivos. Así, el hecho de tener un plan alternativo, disminuye la ansiedad con la que esa persona afronta el entrenamiento y la competición. Por ejemplo, ante un mal resultado o una lesión, un deportista podría llegar a sentir que se acaba el mundo y que su vida deja de tener sentido. Sin embargo, si se siente apoyado por su entorno familiar y si tiene otra actividad complementaria, es muy probable que la ansiedad ante ese resultado disminuya. Esto le ayudará a rendir a su máximo potencial tanto en el entrenamiento como en la competición.
A partir de lo anterior se pueden sacar conclusiones desde el punto de vista de:
• Los padres, que deben saber que el “castigar sin deporte” por unos malos resultados académicos es una nefasta decisión.
• Las instituciones, que tienen una razón más para fomentar la Educación Física y la práctica deportiva.
• Los profesores y entrenadores, que deberían facilitar esa compatibilidad para no obligar a elegir entre deporte y estudios.
• Los deportistas, que deben aprender a compaginar estudios y deporte para disfrutar del presente y sembrar para el futuro, sin que el tiempo dedicado al deporte sirva de excusa para no luchar por una buena la formación académica y viceversa.
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